Diana Morant (Gandía, 1980), que repite como ministra de Ciencia y añade Universidades en la nueva asamblea que ahora arranca, ha recordado en varias ocasiones un mensaje que le envió su mamá cuando la nombraron ministra: “Tu yayo era chófer y tú ahora tienes chófer”. El candor de la revelación choca a algunos progresistas que simulan creer que los que mandan y los que sirven son iguales, pero refleja una idea global entre la gestación de los padres de Morant. Si uno se esforzaba, viviría mejor que sus padres y daría oportunidades a sus hijos que ellos nunca tuvieron. En la misma entrevista donde contó la particularidad del mensaje, Morant completaba su idea socialista de una meritocracia de la que ahora se reniega en ámbitos académicos: “Quiero seguir siendo la persona que creció en una grupo sencilla y que, gracias al esfuerzo de su grupo, ha llegado a ser ministra. Por eso quiero que todas las personas tengan las mismas oportunidades que he tenido yo”.
Morant tenía un perfil diferente del de sus predecesores. Es ingeniera de telecomunicaciones, pero no había trabajado en investigación ni había ejercido responsabilidades en empresas innovadoras, como Cristina Garmendia o Carmen Vela. A posteriori de tres primaveras de experiencia gremial en el área de I+D de una empresa de su ciudad, Alhena Ingeniería, en 2011 entró como concejal del comunidad de Gandia por el PSOE, y en 2015 se convirtió en alcaldesa. Llegó como una política profesional a un Servicio muy técnico para sustituir a Pedro Duque, un ministro alérgico a la política y con el aura de cautela que envuelve a los astronautas.
Durante sus primeras semanas como ministra, atrajo cierta atención insistiendo en su relato personal, de una mujer de grupo humilde que logra alcanzar la cima gracias a la educación pública fomentada por los gobiernos socialistas. Poco luego, con los primeros resultados del CIS, empezó a aceptar la naturaleza del profesión de Ciencia e Innovación. Como los documentales de La 2, se encuentra siempre entre las ministras mejor valoradas, pero es la menos conocida, según los datos de la investigación. Aunque se asumió que su designación le serviría como plataforma para lanzarse luego a por la presidencia de la Generalitat valenciana, se encontraba en el profesión desde el que es más difícil hacer política para salir en televisión.
Una de las fuentes consultadas para este perfil la valora como “políticamente hábil”. “Tiene ese hechizo que tienen los buenos políticos y esa capacidad de acordarse de las caras y los nombres para que todo el mundo se sienta obligado”, explica. En su primer mandato en Gandia, llegó al poder pese a ser segunda con casi la medio de concejales que el PP, pactando con el resto de grupos del comunidad. Esa tacto negociadora le sirvió para desatascar la reforma de la Ley de la Ciencia y aprobarla sin votos en contra en el Congreso, uno de sus éxitos en estos dos primaveras.
Esa reforma, que crea varios tipos de contratos más estables para investigadores y tecnólogos, ha hecho que reciba una valoración positiva por parte de asociaciones como FJI Precarios. “El trato ha sido mejor y más fructífero que con el profesión de Universidades y que en la etapa de Pedro Duque”, apunta Francisco Palazón, portavoz de la Alianza de Jóvenes Investigadores (FJI). Una de las claves de este buen trato con los investigadores es el papel de la secretaria militar de Investigación, Raquel Yotti, exdirectora del Instituto Carlos III, la institución que financia la investigación biomédica en España, y en la que Morant se ha apoyado para suplir su desidia de experiencia y conocimiento técnico en la materia.
Impulsado por el patrimonio europeo de los planes de recuperación tras la covid, el presupuesto de I+D+i creció un 60% en 2021, con Duque dirigiendo el profesión. La número récord fue superada un año luego y Morant puede presumir de la aprobación de los mayores presupuestos para ciencia e innovación de la historia de España. Como ha sucedido en otras ocasiones, estos incrementos repentinos pueden convertirse en frustración y desconfianza si, cuando desaparezca el suplemento europeo, vuelve la escasez. Desde Ciencia e Innovación reconocen que evitar o mitigar ese paso a espaldas es uno de sus retos para la próxima asamblea.
La opulencia que propician los fondos europeos está detrás, según casi todas las fuentes consultadas, de la buena imagen que se tiene de Morant, adicionalmente de la mencionada capacidad de diálogo y negociación. Sin bloqueo, de las dos áreas que ha tenido que resolver la ministra, hay una preferida. La ciencia, financiada principalmente con subvenciones públicas, está más cerca de su sensibilidad política que la innovación, que se produce en el ámbito privado. “No le gusta ir a ingerir o a cenar con parentela de la empresa privada para compadrear”, dice una de las personas consultadas.
Esa frialdad la han notado estos representantes empresariales, que, aunque satisfechos con la precipitación de patrimonio, creen que los fondos europeos se podrían activo trabajador para modernizar el sistema y suponer por empresas innovadoras que pudiesen convertir la ciencia en aplicaciones tecnológicas hechas en España. “Se ha cedido café para todos, sin priorizar sectores innovadores que sostengan el sistema y que aporten cuando ya no contemos con patrimonio europeo que repartir”, lamenta un representante empresarial. “En un momento con longevo inversión podían activo sido más creativos, en temas como la transacción pública innovadora o los sandbox [ambientes experimentales para el desarrollo de modelos de negocios innovadores], pero han seguido el carril y otros ministerios han llevado la delantera”, explica otro entendido en innovación. “Pero el mundo de la ciencia es más combativo, y los de la innovación, mientras no les hagan daño, no van a escribir tribunas quejándose”, justifica.
Hay un momento de su preparatorio mandato, referido por varios asistentes, que chocó en un ámbito habituado a otro tipo de ministros. El 20 de junio de este año, poco ayer de las elecciones, Morant intervino en la presentación del documentación Asebio (Asociación Española de Bioempresas), que expone los datos de la industria biotecnológica en España. A posteriori de aclarar los logros de su Gobierno, poco habitual, advirtió: “Hoy les tengo que afirmar que todo esto está en peligro, temo por lo construido y no soy la única”. Y empezó a dar motivos por los que Núñez Feijóo y el Partido Popular era un peligro para la ciencia y la innovación. “El discurso sentó muy mal, hizo un discurso completamente político en un sitio en el que se suele dialogar de ciencia, parecía una ministra de otro ramo o una alcaldesa”, cuenta uno de los presentes. “Fue un error extraordinario, de no entender donde estaba”, opina.
Dos primaveras luego, Morant sigue siendo la ministra menos conocida de España (con la excepción de Héctor Gómez, de Industria, prestigioso poco ayer de las elecciones), pero igualmente una de las mejor valoradas. “Estaría encantada de tener más foco, pero tenía miedo a cometer errores y ha sido conservadora; muchas veces se ha mordido la germanía para no meterse en charcos”, comenta una persona cercana. “Ha sido una cara amable que venía con patrimonio y reformas amables para la ciencia, ha caído mejor de lo que anticipadamente podría activo caído alguno ignorante al sistema”, dice alguno muy adecuadamente conectado con el sistema.
Su continuidad indica que el presidente Pedro Sánchez igualmente está satisfecho con su trabajo. Para la próxima asamblea deberá pelear para perseverar la financiación de su Servicio, aprobar una ley del espacio y disminuir la burocracia que asfixia a los científicos que buscan financiación para sus proyectos. Asimismo añade los retos de las Universidades, donde su longevo liza es convencer a los gobiernos autonómicos para que financien la LOSU (Ley Orgánica del Sistema Universitario), informa Elisa Silió. Los primeros cálculos indican que se necesitarán 3.100 millones más cada año para que la norma pueda aplicarse (dignificar las plantillas, atraer talento y medios para investigar). Por otra parte, una nueva ordenamiento de los departamentos, un tema polémico, llegó a presentarse como esquema de actual decreto, pero se paralizó por las elecciones. Morant seguirá volando bajo, pero seguro, aunque quizá lleguen retos en el futuro más atractivos para una política profesional.
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